domingo, 24 de junio de 2007

WATERGETA

En 1972 nació en EE.UU. el escándalo del caso Watergate. De lo que se trataba, en principio, era de la detención de un grupo de personas que habían entrado en el hotel Watergate de Washington para espiar al partido Demócrata. Posteriormente, y cuando se demostró la implicación de funcionarios del gobierno e incluso del propio presidente Nixon, se produjo la renuncia de éste a su cargo.Si traducimos el hecho, ¿qué es lo que tenemos? Pues una utilización partidista de los aparatos e instituciones del Estado como instrumento ilegal de lucha política.¿Y si castizamos los datos con qué nos encontramos? Probemos: estamos en 2004 (marzo), en España, en Madrid, calle Génova y Ministerio del Interior, Aznar/Rajoy/Aceves, la Cope/El Mundo. De nuevo una utilización partidista de los aparatos e instituciones del Estado (gobierno, embajadas, medios de comunicación públicos) además de medios de comunicación privados, víctimas del terrorismo, sentimientos ciudadanos y sobre todo una bochornosa "utilización de los tiempos" para influir sobre las voluntades políticas que habría que expresar tres días después.Diferencias: a Nixon le echó la explosión del caso, Aznar ya había tomado la decisión de irse antes de la explosión. A Nixon le sustituyó su vicepresidente Gerald Ford (que le otorgó un perdón incondicional), a Aznar no pudo sustituirle Mariano Rajoy (de esa herida mal cerrada proceden los gritos de ahora). Nixon dejó de aparecer en público, Aznar está todo el día en la calle (como cuando éramos pequeños, le tienen que llamar para que suba a comer). Allí, unos periodistas tenaces, dignos representantes de lo que significa una verdadera libertad de expresión e información, tumbaron al mismísimo presidente del gobierno; aquí, unos "entrevistadores a sueldo" compraron declaraciones de imputados judicialmente para sostener teorías conspirativas que permitiesen excavar túneles de escapatoria a las actuaciones indignas de un gobierno.Sólo en una cosa estoy de acuerdo con "ellos", esto merece una rebelión cívica. Y ahora si me disculpan, tengo que ir a vomitar.

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