lunes, 25 de junio de 2007

HIPERACTIVIDAD

Nuestro diccionario define economía como: ciencia que estudia los métodos más eficaces para satisfacer las necesidades humanas materiales, mediante el empleo de bienes escasos. ¿Realmente esto es así? La economía, y más desde que perdió su apellido (política), no se ha preocupado por satisfacer las necesidades y menos aún desde el empleo de bienes escasos. Es decir, se comporta como si los recursos fuesen ilimitados (en términos existenciales) pero en cambio crea/gestiona la escasez para poder manejar el precio de las cosas. Un sinónimo de economizar es ahorrar, pero nuestras sociedades no están basadas ya en el ahorro y la producción sino en el consumo y el despilfarro de servicios y bienes inmateriales. Estamos inmersos en sociedades obscenas, cínicas, pornográficas. Como en la pornografía estamos interesados en un tiempo acelerado y presente, enmarcados en un corto espacio (en un primer plano) y dentro de una acción de consumo (sexual en el caso de la pornografía) que no requiere, que desprecia el argumento biográfico que justifica y explica nuestros relatos. Hemos abandonado la erótica de la utopía por el pragmatismo mortecino de lo posible. Despreciamos la calidad (por eso el éxito actual de la copia), la profesionalidad, el esfuerzo, porque todo eso no hace sino ralentizar el sistema (el menos es más de antes). Vivimos bajo una dictadura de la cantidad, inflacionista (cuanto más mejor, aunque sea peor). Patologías individuales como la anorexia, la bulimia, la esquizofrenia, la drogadicción tienen un claro precedente en la visión deformada que del mundo estamos construyendo (nos incitan a consumir al tiempo que nos transmiten mala conciencia por ello, nos hacen creer que está al alcance de cualquiera ser inmortal). Todos queremos ser otro, estar en otro lugar. Insatisfacción y consumo están íntimamente ligados. Pero aunque sea inconscientemente, todos en algún momento sospechamos que vivimos en Mátrix. Fijémonos por ejemplo en la hiperactividad (de la que se escapan cada vez menos niños). Patologizamos esos comportamientos sin darnos cuenta que estamos rodeados por ellos en la sociedad. Las empresas son hiperactivas, diversifican sus actividades en diferentes sectores productivos o de inversión. Los ciudadanos son hiperactivos, somos consumidores y productores (al mismo tiempo) cuando echamos gasolina, cuando vamos al supermercado, cuando entramos en Internet. Las máquinas son hiperactivas, los televisores valen cada vez para más cosas, los frigoríficos llevan incorporado un televisor y llevarán un ordenador que se conectará autónomamente a la red, los teléfonos no sólo sirven ya para hablar, etc. El lenguaje es hiperactivo, el ocio es hiperactivo, la vida es hiperactiva, incluso la muerte es hiperactiva.

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