miércoles, 25 de junio de 2008

VIDA PERRA

sobre el asiento sucio de un coche que va a gran velocidad
un perro negro se desangra
perseguido por la muerte
la sangre de los perros y de los hombres
se mezcla sobre el asfalto de las calles
desde el infierno de las cloacas de lujo
las ratas escuchan nuestras conversaciones
y acechan nuestros sueños
la felicidad existe
doy fe
la he visto parpadear en las pantallas de los televisores
la selva avanza por las grandes avenidas
lenguas de plomo y miseria manchan las moquetas de los despachos
si no fuera por la vida
y sus inútiles interrupciones
no sería mal negocio el de la muerte

DIEZ PREGUNTAS

¿Y si progresar no fuera llegar el primero sino conseguir que lleguemos todos?
¿Y si el desarrollo y la civilización no fueran una carrera en la que perder es el premio?
¿Y si competir no fuera el verbo para ocultar la explotación?
¿Y si compartir no fuera exclusivo de la pobreza?
¿Y si educar en valores no fuera ponerle precio a la educación?
¿Y si la tecnología no fuera quien nos quita el trabajo, y quien nos quita el trabajo quisiera que eso creyéramos?
¿Y si La Internacional no fuese una terminal de aeropuerto sino un himno, una bandera, una nación y una lengua?
¿Y si Alejandro Sanz tuviese razón, y dar lo que a uno le sobra nunca fue compartir sino dar limosna?
¿Y si Dios viviera entre nosotros, escondido en un campo de refugiados?
¿Y si UTOPÍA fuese la próxima estación de metro?

jueves, 5 de junio de 2008

Somos nuestros muertos

estamos hechos de lo que perdemos, de aquellos que ya no están aunque permanezcan en nosotros, un deseo que se prolonga en el tiempo más allá de nuestros sentidos, somos testigos involuntarios del rastro eterno de la muerte, arqueólogos domésticos, coleccionistas de pecios con los que reconstruir una leve señal de que aún estamos siendo

Somos nuestros muertos

somos lo que no vemos, lo que no podemos tocar, ni oler
estamos constituidos por la muerte, la llevamos dentro, y no como una meta ineludible, sino como el origen trascendental del ser
somos una triste paradoja, en nosotros vive aquello/aquellos que están muertos

Somos nuestros muertos

lo llamamos recuerdo, y si lo perdemos, junto a él, perdemos la cordura, una extensa red tejida con frágiles hilos
somos nuestra memoria, pero necesitamos olvidar para poder vivir

Somos nuestros muertos

como esas muñecas rusas, cobijamos dentro de nosotros otras vidas, otras muertes, y hacia fuera, formamos parte de otras vidas, de otras muertes
¿qué es fuera y qué es dentro?
¿qué está dentro y qué está fuera?
¿quiénes somos?
¿soy el que creen ver aquellos que a mí me miran?

Somos nuestros muertos

si estamos construidos por el lenguaje, si conforma nuestras relaciones a través de un cruce infinito de relatos, si nos es dado, incluso genéticamente (1), con una carga histórica de cosmovisiones, es porque estamos hechos de pasado
¿qué es el pasado?
¿qué es el presente?

no existe exilio lingüístico (2), como no existe exilio cósmico, como tampoco existe exilio temporal
estamos presos entre conceptos sagrados de aparente piedra
nombrar es discriminar, poner fronteras
no podemos observar el mundo como un explorador intacto (3) que mira por su microscopio/telescopio porque nosotros formamos parte de ese mundo, no podemos objetivar nuestra mirada
lo otro/los otros están dentro de mí

Somos nuestros muertos

las células madre necesitan otras células, necesitan un paisaje de macromoléculas, los tejidos se influyen entre si (4)
la epigenética trata del ambiente que rodea a los genes, eso explica porqué la clonación no da seres idénticos
menos las neuronas, todas las células se van renovando, de forma que el cuerpo humano tiene una antigüedad de diez años
¿desde qué púlpito de ignorancia y soberbia podemos hablar sobre lo permanente?
nada hay más permanente que la muerte
la vida es una agotadora excedencia


Somos nuestros muertos
y los que vendrán
y los que están siendo muertos
ahora
a nuestro lado



_______________________

(1) Chomsky
(2) W. van Orman Quine
(3) Célestin
(4) Günter Fuhr (bioingeniero)
Primero dejé de ver. Pasados unos minutos o quizás años (cómo saberlo), un silencio de caracola desenterrada inundó mis oídos. Un hueco irreconocible habitaba ahora donde antes sonaba la vida.
Quise gritar, llamar la atención de los otros. Puse una de mis manos sobre los labios y comprobé, también, la ausencia de aliento.
No podía verles, oírles, hablarles, pero dónde estaban, por qué ni siquiera me tocaban. ¿O es que acaso tampoco podía sentir el roce de sus cuerpos? ¿O más aún, seguía yo teniendo un cuerpo?
¿Quién soy, quién estoy siendo en este momento mientras el lenguaje de la noche cae sobre el último de mis recuerdos y borra minuciosamente el débil rastro de las palabras?
…………
Cuando en 1263, horas antes de su muerte en su casa de Granada, preguntaron al astrónomo Ibn al Zajmahari (“El Viejo”) qué era aquello en lo que había estado ocupado en sus últimos años, contestó: “un instrumento para medir la distancia entre los días y las sombras”
En la infancia del tiempo,
antes del diluvio y sus estrategias,
cuando la alegría se unía a la navidad como una piel inseparable y eterna,
vino a visitarnos mi abuela.

Nos traía siempre, a mi hermano y a mí, dos bambas de nata.
¡Qué ricas estaban!
Seguramente, mi afición por encontrar nuevos dulces y pastelerías me viene del imposible deseo por recuperar aquellas tardes de azúcar y besos.

Esa vez, además de las bambas de nata y algún aguinaldo,
me regaló (por ser el mayor, supongo) una pequeña cajita de madera.

La abrí.
Estaba vacía.
Antes de que dijera nada, me miró y me dijo:

“guarda aquí todo aquello que quieras recordar,
siempre encontrarás un hueco,
nunca se llenará”

Aún la conservo,
y aunque en apariencia no tiene nada dentro,
un ligero aroma a lavanda y café sigue hablándome de mi abuela (sentada en una banqueta de la cocina, desayunando)


Al final, o más bien,
en el mientras tanto,
la vida es un recuento de las pérdidas.
en este mismo instante
mientras escribo este poema que ayer te prometí
pienso en agujas traspasando venas inflamadas en descampados de hielo
en los asépticos vómitos de las pantallas de televisión
en la radiografía del dolor desbordándose por el cauce urgente de los hospitales
en el hambre de los desposeídos de los marginados de los inocentes

en tu boca muda llena de miles de besos

en las miserables vidas de este miserable mundo y su miserable dios con su miserable bondad infinita

en el cobre dulce de tu sexo
en su rumor de caracola antigua que me emborracha los sentidos

en la sangre abonando la tierra para que crezcan radiantes otras nuevas guerras
en los cuerpos mutilados
en las heridas resecas

en tu vientre de luz y esperanza

en los discursos de los imbéciles y su aprovechada media idea
en la oscuridad en las sombras
en el abandono en la soledad en el miedo
en un andén vacío en una tarde de invierno
en la mirada triste de los ancianos
en la derrota
en los escaparates del deseo y su ineludible venganza
en los cementerios que no visito en los cementerios que me esperan
en lo difícil que me resulta hablar del amor y olvidar todo lo que le rodea
en que estarás pensando que así no….. que este no es el poema….
y quizás tengas razón
este no es el poema que ayer te prometí.
de los abismos profundos de la tierra
una voz de siglos enterrados
se abre paso entre el compacto silencio de los cadáveres

de nuevo un nuevo día
desaparecerá ante vuestros ojos ciegos de esperanza
y se tornará en sombra o cifra u olvido
en el registro empedrado de los cementerios

de nuevo un nuevo día
morirá con vosotros como el sueño de un ángel
y se borrará el recuerdo
como si fuera la manzana podrida de aquel paraíso jamás encontrado

de nuevo un nuevo día

poned vuestras cabezas sobre el suelo
y oiréis como brota a cada instante
la palabra incendiada y la noche