lunes, 25 de junio de 2007

LA REVOLUCIÓN

Hay veces que la realidad se nos muestra de manera paradójica. Una de las vías con más potencia reveladora es el lenguaje publicitario. Pongamos dos ejemplos:- Una compañía de telefonía nos ofrece llamar por un céntimo de euro al número que nosotros elijamos y “para toda la vida”. Cuando ya nada es para toda la vida (ni amor, ni trabajo, ni electrodomésticos, ni relaciones) la publicidad recrea el mito, juega con él. Supongo que con el tiempo se podrá cambiar de número (o es ahí donde está el truco), porque si no ¿qué número/persona elegir para toda la vida?- Una entidad financiera nos ofrece su nueva hipoteca (a pagar durante 40 años) y la llama “Revolución”.La revolución es ahora traspasar a los herederos no sólo el bien sino también sus deudas. ¡Viva la revolución! (pero que viva cerca, que decía aquel revolucionario poco convencido y harto de caminar). La publicidad llama revolución a lo que es claramente una contrarrevolución. ¿Cómo hacer una revolución ahogados entre hipotecas, créditos personales y contratos precarios? ¿Cómo hacer una revolución, cómo diseñar un horizonte de esperanza si el peso de nuestras pequeñas miserias nos obliga a mirar la punta de nuestros zapatos?Llegará un día en que alguien llamará revolución a volver a pintar dibujos en las paredes de nuestras hipotecadas cuevas.Ahora nos enteramos de que España ha descendido 6 puestos en el Índice de la Competitividad. Entre los factores que lo explican nos dicen que está “el deterioro en la penetración relativa de la telefonía móvil”. En el primer puesto, y desde hace 3 años, está Finlandia. Y del tercero al décimo están el resto de los países nórdicos.Según nos habían dicho la competitividad se veía perjudicada con impuestos elevados, altas prestaciones sociales y un mercado laboral estable, pero esta es precisamente la bandera de los países más competitivos.Vemos como el lenguaje político, al igual que el publicitario (del que es alumno aventajado), utiliza la paradoja como forma de ocultar la realidad.Yo, por lo pronto, y hasta que se aclare definitivamente qué es la competitividad y cómo medirla, utilizaré más mi teléfono móvil (para aumentar su penetración relativa) y voy a elegir como número “para toda la vida” el del banco hipotecario. Me apunto a la Revolución.

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